sábado

Amiga mía

Que te quise

Y que te quiero

Como volaba mi pena

Amarrada con hilitos de colores

Y el ejército de tarjetas que mande construir para ti

En realidad

Era un pretexto

Para no llorar tanto

¡pinten! ¡recorten! ¡trabajen!

Que estas manualidades estén a la altura

Quien trae el arte más bello

Para la bella,

Para la dormida.

Cuantos colores puse a flotar a tu paso.

Cuantas manos se enarbolaron a tu paso.

Caras

Dejemos las historias a un lado,

arrumbémoslas acá al lado de nuestros pupitres,

saquémonos las chaquetas,

saquémonos los pantalones ¿para qué sirven ya?,

los zapatos,

las poleras,

todo lo que quede,

saquémoslo

quedémonos a solas,

que no nos interrumpa nada,

quedemos frente a frente,

mirémonos las líneas que se perfilan en rededor de nuestros ojos

hemos pasada tantas, compañero,

quedémonos acá con la luz del sol moribundo de la tarde,

sin historias,

sin regimientos,

sin promesas,

sin registros,

quedémonos así, con la poca ropa

miremos como se asoman las carnes blandas

tan blancos que somos

aún parecemos de leche

aún,

a pesar de ser viejos ya,

quiero decirte una palabras de Guidano,

-"la relación que hemos establecido queda

porque fue una relación entre dos seres humanos"-

démonos la mano

nunca nada importó

nunca nada

la verdad estaba acá

en las palmas de las manos

en la poca ropa

en la penumbra del sol de la tarde

en el paisaje de las historias arrumbadas

por fin nos conocemos las caras.

PAÑUELO

La vida se abre como un pañuelo que cae de las manos de niños en la punta del cerro y el pañuelo vuela y cae y sube y ondea y es la vida que sube, cae y ondea y yo quiero más sol, y el sol se multiplica en sus rayos y yo quiero lluvia y el cielo se ennegrece y cae la lluvia, cae a cántaros la lluvia, como dice Galeano, que la suerte lleve a cántaros, así llueve la vida y el pañuelo mojado, esta más pesado pero igual el viento lo empuja y la cara de los niños que soltaron el pañuelo, esas caras, tus niños, los míos, los otros, la vida, la sonrisa y el llanto, la pena y la alegría, el agradecimiento y el rencor, en una sola melodía que no desentona nunca… la vida, que no desentona nunca.

viernes

Navidad.

Es que es navidad en todas partes del mundo?
O es que sólo en este lugar es navidad?
he prendido poco mi árbol de navidad,
es pequeño
como salvado de una tormenta
casi inexistente
pero allí está.
No hay pesebre
lo iba yo a hacer
con mis propias manos
pero la greda se había secado
estaba dura como una piedra
ya nada podía hacer con ella
más que exhibirla como objeto terminado.

jueves

boemas

Sin título.

Hubeme distraído con la bandadas de tiuques

hube mirado el sol con los ojos pelados

hube pisado barro y guano con los pies pelados

hube besado la boca ajena con los labios pelados

hube hecho tantas cosas con el alma pelada

y sigo amando el bendito instante en que me desnudo para vivir.


Flores.


Me hablaste de los pies descalzos,

del hambre aguijón,

los fríos matutinos,

tus piernas castigadas,

las idas al mercado,

me hablaste de las limosnas,

de los escapes,

de murmullo comunitario,

de los juegos de las niñas desamparadas.


Me hablaste de tantas cosas

y en tus brazos un ramo de gladiolos y calas.


Para quién son las flores?

te pregunté curiosa.

Para Pablo Neruda y su esposa

me contestaste.



Flor de nieve.


La nieve de la cordillera peregrina hacia la costa

nadie la ve

y está tan cerca, tan cerca,

la nieve ha adelantado su presencia

va camino al mar,

yo la veo.

Se cuelga de las ramas finas,

ama los ciruelos y los cerezos,

en ellos se tiende descuidada a dormir la siesta

se queda, se queda,

hasta que el viento,

trabajador incesante del invierno,

sopla sobre ella,

la nieve asombrada se florece desesperadamente

el viento vuelve a soplar

la nieve vuela, flota, cae, se detiene

alcanza a blanquear la tierra.

La dejada nevada de pétalos y frío.





cuento de klaus


Cuento de Klaus.

Yo trabajo en un barrio muy alejado del centro, con calles torcidas, estrechas, casas arrumbadas una sobre la otra, y caminos que suben al cerro. Es el último día de clase en la escuela, los niños han venido algunos con jeans y las niñas olvidaron sus delantales. Todos corren porque en las salas de clase cada curso tiene una convivencia de final de año y luego, los profesores tendrán un coctel. Todas corren e impera un caos digno de final de año.

Veo a Aurora, la profesora que estudio un curso de odontología básica, ese proyecto nuevo que salió del estado para los barrios marginales como éste, donde los dentistas llegan una vez al año a hacer operativos, yo misma me ofrecí para que me hiciera una tapadura, yo feliz de no gastar un dineral en esto. Ahora la profesora se iba becada y esta también era su despedida, ya no volvería a la escuelita de Santa Fe.

Tocaron la campana, signo de que todos teníamos que ir al patio, o mas bien, el espacio libre que quedaba entremedio de las construcciones para cada sala, cual mas improvisada que la otra.

Al pasar por la estrecha puerta, todos empujaban por entrar, entonces, mi cuerpo presionado por los tantos niños hizo un viaje dentro de mi misma y el objetivo era mi boca, dentro de ella, el diente que me había obturado Aurora, específicamente, la tapadura que había puesto en mi diente y que lo rellenaba casi totalmente por dentro, había empezado un lento e irrevocable descenso.

No podía ser peor momento, entre la multitud yo trato de avanzar, la busco con la mirada, pero no la veo por ninguna parte. No podre ni siquiera conversar, la situación es tan desastrosa que el diente entero esta sujeto por mi lengua. Qué hago? Siento el sabor metálico de la sangre en mi boca. Aurora aparece como un espejismo en el portal de la sala de profesores, lucho por llegar hacia ella mintras me dedica una mirada contemplativa y cuando logro estar a dos metros de ella, gritan desde atrás ¡sorpresa! Ella voltea despacio y basta solo un movimiento de Diego, otro profesor, para que Aurora desaparezca entre la multitud que se ha colado dentro de la sala de profesores. Estoy perdida ahora. Ha comenzado a tocar la banda de don Samuel y el bullicio come cualquier intento por comunicarme, me siento desfallecer, trago mi saliva apenas y la lengua se me acalambra por el esfuerzo, pienso en tomar la pieza con mis dedos y guardármela en el bolsillo, pero tengo negros presentimientos que se haran realidad si hago esto.


Creo que el lugar mas silencioso, si es que se puede pensar en eso aca en Santa Fe, es afuera de la escuela, en la calle donde transitan vehículos destartalados y otros con sospechosa urgencia por avanzar y perderse cerro arriba. Por lo menos el griterío de los niños se oye un decibel mas bajo. Vuelvo a mi situación. Me siento terrible. Mi casa queda demasiado lejos, por acá no andan buses ni micros, y dependo del furgón del director, el nos iba a acercar a la carretera para poder estar mas cerca de casa.

Tengo que moverme rápido. Veo que viene la madre de Felipe, el niño de mi clase, viene cargada de papas, cebollas y verduras, a su lado una anciana octogenaria le trata de igualar el paso, ambas sudan mucho. La voy a llamar.

Me dice que la acompañe, que en el auto de su cuñado podemos llegar al otro lado de la población, después del acampado, allí hay mas casas, mas calles y en una de las vueltas están los apartado de sanidad. No tengo idea que eso, pero si de algo estoy segura es que Aurora ya no me atenderá hoy.

Es mi única opción.

Tomo uno de los bolsos con cebollas y la sigo a su casa, camino lento, porque la palpitación de mi corazón hace que un minúsculo órgano cardiaco nazca en mi encía y me martillea el paso de la sangre, como si me quisiera dar la impresión de los segundos que corren en una bomba de tiempo.

Llegamos a una casa apenas asomada por un magnifico cerco echo de cartones, latas. Bolsas, avisos publicitarios, cordeles y banderitas de raso que ondean al final del cerco en las alturas.

El citado cuñado, tiene cara de amable y me invita a entrar en su caminoneta con olor a combustible, veo que toma una calle que yo nunca había alcanzado y pasamos por un desfiladero largo y despoblado, llegamos a un terreno con casas improvisadas que cada vez estan mas juntas y llegamos a lo que podrian ser cuadras llenas de caserios extravagantes.


Llegamos a una esquina y apunta hacia una cuadra que no tenia mas casas que un cuadrado de madera equivalente a dos casas puestas una al lado de la otra, la madera esta pintada de blanco con dos finas lineas celestes, puestas una sobre la otra que cruzan la fachada de lado a lado. Hay dos puertas y ninguna ventana. Me deja aca afuera y me dicen que se tienen que ir porque ya cayo la tarde y tienen que ir a montar su puesto en la feria nocturna de la plaza. Les digo chao con la mano y no me queda otra opcion que golpear. Tengo hambre, tengo sed, y la tapadura juega a entrar y salir de mi diente como un tapón cansado. Abre la puerta esforzandose por tomar solo con una mano la manilla, mientras con la otra sostiene una pinza, no se detiene a mirar quien soy, espere un momento me dice.

Yo mientras abro los ojos como no los había abierto en todo el día. Observo dos camillas odontologicas de ultima generación, cada una con un paciente, una dentista del otro lado, alejada de la puerta y en frente mio, muy cerca de lo que es mi sala de espera improvisada esta él.

Lleva puesto un sweter de lana café claro, matizado, con cuello redondo, para abajo viste jeans, lleva el pelo corto, castaño claro, lo noto tan . El señor que estaba en su camilla se levanta y le da la mano en agradecimiento, el dentista el escribe un papelito, se lo pasa en la mano y lo despide amablamente. Es mi turno, me esta preguntando que es lo que me pasa pero solo atino a señalarle mi mejilla con la mano. Me siento en la camilla, abro la boca, observa concentrado mi diente tambaleante y procede a inyectarme la anestesia. Siento hormigueo en los brazos, los pies y comienzo a ver miles de puntitos azules que me mantienen en un estado de ensoñación, en que tengo todo el tiempo para llenarme de su olor tan exquisito, y sentir su aliento, esto parece un sueño.

No se cuanto se tarda en el procedimiento, pero después de mi no hay nadie esperando, me dice que salgamos afuera que acá esta muy viciado el aire. Ya esta listo? Le pregunto y asiente con la cabeza.

Trae consigo una hoja y un lápiz. Se sienta afuera, en lo que es un pastelón de cemento y yo me siento a su lado. Me dice que tiene que anotar unos datos, me pregunta el nombre, y entonces yo le digo que que estamos haciendo acá afuera, me dice que tiene que anotar mis datos, le pregunto si esta seguro de que es eso no mas, dice que si, pero una sonrisa dedicada me hace sentir que de nuevo estoy tan cerca de el como mi ensoñación en la camilla, ya, le digo, dime si en realidad tienes que escribir esa hoja con mis datos, bueno, me dice, en realidad, nunca lo hago. Nos reímos de su improvisada burocracia.

Miro a mi alrededor y el trafico ha arreciado ahora que ya es de noche, estamos justo en un lo que parece una curva de un camino que baja del cerro, viene un camión rojo, furioso, a toda velocidad, junto dirijo mi mirada hacia el y me sobresalto pues por poco no alcanza a dar la vuelta y se habría ido directo a hacia nosotros. No te preocupes, me dice, siempre es así aquí. Le digo que me pregunte quien soy, que hago aquí, a que me dedico, pero el me dice que no me preguntara y mas aun dice que quiere saber que es lo que realmente me esta pasando, no, le digo, soy demasiado orgullosa para decírtelo. Entonces me deslizo por el cemento y quedo apoyada en su espalda, no te lo diré, le repito, y mientras, aprovechando que se deja, hundo suavemente mi nariz en su cabello y me lleno de su esencia que simplemente, me encanta. Como te llamas, le digo bajito, Klaus, me responde. Sonrío.